martes, 23 de enero de 2018

Capítulo 12 - El erotismo de Pablo Picasso


Picasso y el erotismo

Separar a Pablo Picasso del erotismo equivale a alejarlo de los pinceles. Pintura y erotismo son los elementos fundamentales de su creación.
En 1897 viajó a Madrid con el propósito de continuar su educación artística. En la capital española frecuentó cafés y burdeles, y fue un apasionado de la vida nocturna. Dos años después, de nuevo en Barcelona, siguió con las mismas aficiones. Sus dibujos y acuarelas de la época muestran prostitutas y tríos.
Los críticos de arte señalan que al acoger el prostíbulo como escenario, Picasso invita al espectador a tomar su lugar. A ser testigo, como lo fue él, de las escenas que pinta. Que sea, a su lado, un voyeur.
En 1900 se instaló en París, donde se dedicó a las juergas y al sexo en mayor proporción que a la pintura. Luego, entre 1902 y 1904, estuvo en Barcelona. Allí creó varias escenas en las que aparece la figura de la Celestina, alcahueta de las relaciones entre una joven y un hombre mayor. En algunos dibujos, como El beso, los ojos del caballero adoptan la forma de vaginas.
Entre 1906 y 1907 realizó una serie de estudios para Les Demoiselles (la obra con la que luego iniciará el cubismo), donde invierte la situación: las prostitutas analizan, escrutan a los clientes. Es una transgresión no sólo artística sino también social.
En los años 20 Picasso muestra la imagen sexual de la mujer como una fuerza monstruosa, brutal. Las cabezas tienen connotaciones sexuales y las analogías están patentes: la abertura de la boca está plagada de dientecitos, que evocan la figura freudiana de la vagina dentada. Este tipo de metáforas no era excepcional en los surrealistas de las décadas de los 20 y los 30.
La celestina 1902, Pablo Picasso

El Beso 1899, Pablo Picasso

El beso 1904, Pablo Picasso 

Las estampas eróticas japonesas del siglo XIX tuvieron influencia en la obra de temática sexual de Picasso. Es interesante la colección privada que tenía el pintor malagueño de estas estampas que en la actualidad se encuentran en manos de sus herederos. 
Esta influencia se puede apreciar en el primer período donde realiza apuntes y dibujos más próximos a las estampas japonesas que a la iconografía occidental.
Uno de los ejemplos más claros e interesantes es el dibujo erótico 'Mujer y pulpo', realizado en Barcelona en 1903, que sigue la iconografía erótica que partía de la obra de Katsushika Hokusai 'Buceadora y pulpo', en la que el cetáceo hacía un 'cunnilingus' a una mujer mientras la poseía con sus tentáculos.
Respecto a este tema cabe destacar la exposición que se realizó en el 2009 en el Museo Picasso de Barcelona. La muestra estaba formada por más de un centenar de piezas, de las cuales destacan, como núcleo central, las diecinueve estampas japonesas de los siglos XVII, XVIII y XIX que formaban parte de la colección de Picasso.
Mujer y pulpo 100

Mujer y pulpo 1902, Pablo Picasso

Mujer y pulpo 1902, Pablo Picasso

Prostíbulo 1901, Pablo Picasso

Prostíbulo 1901, Pablo Picasso
 
Prostíbulo 1901, Pablo Picasso

Prostíbulo 1902, Pablo Picasso

Desnudo reclinado y Picasso sentado 1902, Pablo Picasso

Ángel Fernández de Soto con mujer 1903, Pablo Picasso

Prostíbulo 1903, Pablo Picasso

Prostíbulo 1904, Pablo Picasso

Hombre Desnudo sentado y mujer de  pie desnuda, 1904

El erotismo se plasma tanto en el tema una y otra ver repetido de "El pintor y su modelo" como en la plasmación más o menos directa de la sexualidad a través de prostitutas -como las famosas "Señoritas de Avignon"-, o las escenas de iniciación sexual como "Los hermanos Mateu y Ángel Fernández de Soto con Anita". Asimismo, los retratos de sus diferentes mujeres, desde Olga a Marie-Thérèse, reflejan su interés por el cuerpo femenino, objeto de su deseo. 

Los hermanos Mateu y Ángel Fernández de Soto con Anita, 1905, Pablo Picasso

El harén 1906, Pablo Picasso

Bañista y Bañistas, 1921, Pablo Picasso

Bañistas 1927, Pablo Picasso

Figuras en la playa 1931, Pablo Picasso

El rescate 1932, Pablo Picasso

A pesar de que mostramos reiteradamente obras de Picasso erótico de los años treinta y posterior, es menester decir que la exploración del cuerpo femenino por parte del artista malagueño comenzó desde su etapa de juventud, como bien hemos podido observar en algunos pocos ejemplos.
Aquí tenemos la obra del Aseo (también conocida como La toilette) de 1906, momento que coincidió la estancia del artista en Gósol donde, poco a poco, iba abandonando la estética del periodo rosa. En este cuadro vislumbramos una figura femenina desnuda que se observa y se arregla delante de un espejo que lo sujeta otra mujer vestida y en posición lateral. La apreciación del reflejo de la propia fémina desnuda tiene, sin duda, un cierto carácter narcisista donde dicha mujer distingue la belleza de su cuerpo desnudo, en contraposición con la figura vestida que ayuda a la primera a observar su propia imagen. 

La toilette 1906, Pablo Picasso

En pocas palabras, tenemos a una Venus del espejo de principios del siglo XX, una figura femenina que se mira al espejo como también ocurre en el aclamado cuadro de Velázquez. La diferencia con éste último artista, además de la técnica y de la composición, es que Picasso reemplaza la figura del puttis y pone en su lugar a otra mujer que ayuda a sostener el espejo, por la cual la mujer-diosa se aprecia mediante su propio reflejo  Picasso desvincula el cuadro de todo contenido y temática mitológica, pero es indudable el tipo de homenaje que le hace al pintor sevillano, debido a esta reinterpretación de su obra más erótica, la aclamada Venus del espejo. Re lecturas modernas que toman de la tradición algo nuevo, y es lo que seguramente Picasso quería aportar con este bello lienzo.

El cuerpo desnudo de la mujer tiene un puesto evidentemente central en toda la obra de Picasso, desde su adolescencia a la madurez definitiva. El artista se percibe a sí mismo, durante toda su vida, como un contemplador no siempre abnegado de la belleza femenina y como un «sátiro» corriendo tras incontables «ninfas» en el bosque apenas umbrío de sus años finales. A juicio de las comisarias de esta exposición, 1932 fue una suerte de «año de gracia»: el Picasso de la primera madurez (hacia los 50 años) abre las puertas a otros Picassos no menos juveniles.
La «desinhibición» de los años 20 y 30 culminará con algunas obras muy íntimas, como el Minotauro que «come» la intimidad más íntima de Dora Maar, abiertamente complacida. Los sueños picassianos de 1932, en las postrimerías del cubismo y un nuevo descubrimiento del Mediterráneo (tras su viaje a Roma y su vuelta muy provisional a una Barcelona «noucentista»), abren las puertas de los campos roturados por el Picasso instalando en la Costa Azul, años más tarde.

El año que marcó la carrera del pintor y escultor español, Pablo Picasso, fue 1932. En aquel entonces, se posicionó como el mejor artista vivo de la época y llevó al erotismo a un punto supremo pues, con sus obras, en su mayoría retratos de su amante y series de bañistas, hizo que lo erótico se convirtiera en un motivo creativo en el mundo del arte. Es por eso que, hasta el 11 de febrero del 2018, el Museo Picasso de París presentará la exposición “Picasso 1932. Año erótico”
Según el museo parisino, Picasso, uno de los máximos representantes del cubismo, introdujo en sus imágenes sutiles composiciones escondidas, pero identificables, que resaltan la sensualidad y la presión erótica bajo las que el artista trabajó y que, sin duda, hacen que los asistentes dejen volar la imaginación, el más Kinky de los sentidos

En la obra El Sueño, es claramente identificable la figura de un pene completando la cara de una mujer cuyo seno está descubierto.

Virginie Perdrisot, conservadora del Museo Picasso, declaró que las obras que el pintor malagueño realizó en 1932 se convirtieron en un “motor de su pintura y creación” por la carga erótica que contienen. Además, en ese año “existió una fusión en el acto de pintar y el acto sexual”, por eso es que los órganos sexuales se convirtieron en uno de los principales motivos del trabajo de Picasso.

Toro y mujer 1933 

Cabaret 1934, Pablo Picasso

Mujer desnuda en un jardín 1934, Pablo Picasso

Marie Thérése es una vez más la modelo de esta obra, en la cual es representada como una mujer que duerme, una ninfa acurrucada entre la verde y densa vegetación o una odalisca adormilada. Marie Thérése Walter es, para Picasso, la mujer inconformista, la mujer que cambia de vida y de ideas obedeciendo a su instinto, la mujer vital y exuberante. Era lo contrario que Olga y su mundo lo que había atraído a Picasso. Un mundo convencional, hecho de aburridas banalidades y que ahogaba al pintor, el cual buscaba refugio cada vez más a menudo en los lugares de veraneo. Un carácter como el de MarieThérése se adapta, pues, perfectamente a la composición, en la cual es representada con absoluta libertad: la mujer, indiferente al hecho de estar en un jardín, está tendida desnuda entre la alta hierba, al lado de una fuente. Un precioso cojín oriental le ofrece una superficie cómoda; los dedos largos y ahusados parecen las alas estilizadas de un pájaro. Picasso opta por representar a la amada en una postura en la que muestra su cuerpo sin pudor. El cuadro resulta cargado de sensualidad y erotismo, atemperados por la tranquilidad que caracterizaba los desnudos y las bañistas de Ingres. 

Composición minotauro y mujer 1936, Pablo Picasso

Mujeres jugando en la playa 1937, Pablo Picasso

En estos años, Picasso trabaja con el yeso; nacen esculturas de blancura deslumbradora, volúmenes redondeados que recuerdan el cuerpo lozano y de carnación clara de MarieThérése. La pintura y la escultura estuvieron siempre en continuo contacto y constante diálogo, y a menudo las técnicas de una se integran en las de la otra. Las dos jóvenes bañistas parecen esculpidas en piedra pómez. Los cuerpos, compuestos por piezas de piedra y hueso ensambladas, muestran, como otros tantos elementos autónomos, las distintas partes de su anatomía. Los volúmenes redondeados que definen las figuras, como los de la barquita con la que juegan, están cortados por ángulos bruscos que recuerdan la escultura cubista. Unas cabezas pequeñas sobre cuellos largos aparecen entre los brazos poliédricos y afilados. La inestabilidad de la estructura compositiva, a pesar de la aparente solidez del material, hace las figuras paradójicamente inseguras; a ellas se suma otra que se asoma por el fondo. Todas están dotadas de una gracia y una ternura semejantes a las que Picasso expresa en los retratos de sus propios hijos.
Las tres edades del Hombre, 1942, Pablo Picasso

Este lienzo fue pintado por Picasso en noviembre de 1942, dos años después de la entrada de las tropas alemanas en la capital francesa. Durante la ocupación nazi, los asuntos preferidos del artista son desnudos femeninos, naturalezas muertas y retratos. El tema del desnudo, tratado en un pequeño gouache de enero de 1941 que anticipaba tanto Las tres edades del hombre como Aubade y el Desnudo tendido de 1942, sirvió al artista para expresar en las diversas ocasiones una amplia gama de emociones. Durante los años de la guerra, Picasso pintó sobre todo en un estilo plano y anguloso, iniciado por los lienzos cubistas varios años antes. Los desnudos masculinos son un caso raro, una especie de regreso a los temas y personajes de estilo más clásico pintados entre los años veinte y treinta. Se muestra aquí a tres hombres de edades distintas en el estudio del artista. En el fondo, un joven está sentado en el alféizar de la ventana tocando una especie de flauta (que recuerda el lienzo La flauta de Pan, de 1923). Un poco más delante, un hombre con barba tiene en la mano una máscara de fauno (como en algunos dibujos ejecutados en torno a 1936). En primer plano, un hombre de mediana edad duerme tumbado.

En los años cincuenta y sesenta, Picasso produce, en varios estilos y técnicas, numerosas obras sobre los temas del beso, al abrazo, el acoplamiento amoroso, la bestialidad, la exhibición de las relaciones sexuales o las bacanales. Finalmente, a los 80 años intensifica su actividad de grabador y reaparece la temática del burdel, el tema del voyeur, y la combinación de humor y distanciamiento en las diferentes series de grabados de esta época: "Rafael y la Fornarina", "La Maison Tellier", las "Celestinas"... Picasso se concentra entonces, especialmente en sus grabados y en sus dibujos, en la carga erótica latente en la relación entre el pintor y su modelo. 

Desnudo 1954, Pablo Picasso

Susana y los viejos, 1955, Pablo Picasso 

Bacanal II, 1955, Pablo Picasso

Las mujeres de Argel 1955, Pablo Picasso

Aquí, las mujeres ofrecen sus cuerpos desnudos al espectador, mostrando los senos procaces y las caderas redondas. La figura de primer plano, alta y poderosa, tiene un rostro de contorno clásico y grandes ojos negros, en contraste con el cuerpo de formas totémicas. A su lado, una mujer tendida de costado cruza con desenvoltura las piernas. No hay diálogo entre las dos mujeres y la figura de la izquierda, representada de manera más realista, parece poseer una autoridad superior a la de sus compañeras. El interior, de paredes descoyuntadas y sin aberturas al exterior, representa un lugar secreto donde las mujeres viven apartadas. Se dejan ver en esta obra dos estilos diametralmente opuestos, que Picasso nunca había empleado juntos: el del rostro de la mujer de la izquierda y el de su compañera tumbada, geométricamente rígido. Ambos se complementan en vez de molestarse, ofreciendo dos versiones distintas de la realidad y el erotismo femeninos.

Mujer desnuda sentada 1959

El pintor y la modelo 1962, Pablo Picasso

Desnudos 1967, Pablo Picasso

Mosquetero de la corte y la mujer desnuda, 1968, Pablo Picasso


Coito 1969, Pablo Picasso

El beso 1969, Pablo Picasso

Conversación 1970, Pablo Picasso

Mujer desnuda delante del jardín 1956, Pablo Picasso

Especialmente dos lienzos, uno de los cuales es éste, además de tener en común las grandes dimensiones, son similares en la construcción geométrica y en facetas del cuerpo que contrasta en algunos puntos con las formas redondeadas e hinchadas de los gigantescos pies y del balcón. Las proporciones de la mujer, con toda probabilidad Jacqueline, son monumentales; con la monocromía azul se dota a la figura de una solidez y una pesadez desproporcionadas con respecto a la delgada y ligera hamaca en la que se mece delante de la ventana. El realismo de esta figura es tan marcado en la descripción de algunos detalles, como el vello del pubis y las axilas, que casi resulta molesto. Según Roland Penrose "da la impresión de que hasta se siente el olor de la carne". La composición está llena de luz; detrás del gran cuerpo tendido se vislumbra el lozano y verde jardín. Un balcón de hierro forjado, cuyas barras onduladas son mórbidas como si fuesen de mantequilla, pierde sus características de barrera firme y rígida. Las dos persianas exteriores semicerradas hacen pensar en un cálido día estival en el cual la mujer buscara un poco de fresco tumbándose delante de la ventana.
En los años 50 y 60 Picasso produjo numerosas obras sobre temas como el beso, el abrazo, el coito y la bestialidad. Se aproximó a ellas de diferentes maneras, pero con una característica: pasó de ser testigo a ser partícipe en las escenas. A él se dirigen las miradas y los actos. Es un voyeur abierto, que no se esconde. Es el director de escena. Ese papel se ve claramente en los grabados que produce. Como dato curioso vale anotar que la secuencia de 25 grabados que remató los Trescientos Cuarenta y Siete grabados de Picasso se expusieron en una sala privada en 1968, cerrada con llave por miedo a represalias de la policía.

En 1971 el artista pintó La Masion Tellier, denominada Degas en la casa de las chicas, donde se hace patente la angustia de la vejez. No fue la única vez que Picasso introdujo a Edgar Degas en su arte: apareció en 28 grabados, en el papel de voyeur imperturbable. Se le veía en un rincón, en un espejo, en un marco o en un busto. Es imposible sacárselo de encima, dijo alguna vez Picasso al respecto.
Esos grabados regresan a los burdeles de su juventud. Ha pasado tiempo, ha experimentado mucho en su arte y vuelve la mirada al principio de su vida sexual y artística. Cierra el ciclo donde lo empezó. En el trayecto plasmó su genialidad. 
Hombre desnudo 1971, Pablo Picasso

Hombre y mujer 1971, Pablo Picasso

Tres mosqueteros y desnudo, 1972, Pablo Picasso

Desnudo1972, Pablo Picasso


Grabados:









Bibliografía:

GÁLLEGO, Julián, Picasso, Suite Vollard, cat. exp., Madrid, Fundación Juan March, 1996
LECALDANO, Paolo, Picasso azul y rosa, Barcelona, Noguer, 1980.
MALLÉN, Enrique, La sintaxis de la carne, Pablo Picasso y Marie-Thérèse Walter, Santiago de Chile, Ril, 2005.
VÁZQUEZ DE PARGA, Ana, «Introducción», en Picasso Suite Vollard y Minotauromaquia, cat. exp., [Madrid], Sociedad Estatal para las Exposiciones Internacionales, 2003, pp. 15‑23.
PI, Jaques Jessica, Picasso en Gosol, 1906: un verano para la modernidad, Madrid, Antonio Machado Libros, 2007.
PICASSO, Pablo, «Antología de textos», en Centenario Picasso, Madrid, 1983, pp. 29‑30, (número monográfico de El Socialista).